Paseando por Santander

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Isla de Mouro y Faro – Santander

Paseando por Santander

Las manillas del reloj distan poco de marcar las nueve. El tintineo procedente de las jarcias de los veleros chocando contra los mástiles pone la música de bienvenida. A mi lado cuatro chicos parecen jugar y atreverse a zambullirse en las todavía frías aguas de la bahía. El edificio del club marítimo comienza a despertar levantando las persianas a modo de ojos. La silueta de uno de Los Regina recorta la superficie de la bahía con su balanceo continuo en pos de su atraque junto a Puerto Chico. Así es el despertar de Santander, una ciudad cautivadora en la que las casas marineras se han ido sustituyendo por edificios señoriales desde los que se tienen unas privilegiadas vistas del amanecer.
Santander es una ciudad marinera sin mar. En su lugar cuenta con una bahía que la obliga a mirar al este. Esa característica marca en cierto modo el carácter de los santanderinos, expuestos a vientos que lo configuran como configuran el paisaje; algo parecido a lo que ocurre en el extremo sur de la península. Esa misma característica permite que cada día Santander de la bienvenida al Sol mirándolo de frente.

Palacio Magdalena - Santander

Palacio de La Magdalena – Santander

Península y palacio de La Magdalena

Aprovecho la hora temprana para realizar la visita obligada cuando se llega a Santander. No solo porque lo digan en la oficina de turismo, sino porque su silueta se recorta sobre la zona boscosa que se extiende hacia el norte de la bahía atrayendo las miradas del viajero.

El palacio de La Magdalena fue un regalo de la ciudad de Santander al rey Alfonso XIII. Recientemente se ha celebrado el centenario de su construcción, incluyendo la del espacio forestal enmarcado en un parque natural de veinticinco hectáreas. A pesar de ello se podría pensar que fue este el germen de la ciudad, puesto que se ha adaptado a su tramo urbano. El nombre le viene de una antigua ermita hoy perdida y sustituida por el hermoso palacio de estilo británico que domina en la península. Las instalaciones están ocupadas por las aulas de la Universidad Internacional de Verano, dando relevancia a la época estival en la que la Santander brilla con especial intensidad.

Ataviado de ropa ligera y fresca, y de un paraguas, elementos característicos del verano cántabro, me dispongo a recorrer el perímetro que da acceso a la playa de La Magdalena custodiada por la Isla de la Torre. Mientras, la costa que mira al Cantábrico es arriscada, con piedras y tramos acantilados para soportar el envite de las olas. Más allá la Isla de Mouro, con su faro anunciando la proximidad de la bahía a los buques que se acercan a la costa.

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Carabelas en los Jardines de la Magdalena

Junto al palacio, imagen capturada por todos los viajeros que llegan a Santander y protagonista de la serie de televisión «Gran Hotel», las caballerizas también merecen mención. Este segundo complejo es unos años más joven que el palacio, pero guarda todo el encanto la construcción inglesa en que se inspira: la residencia de la reina Victoria Eugenia.

Para poner la guinda al pastel un pequeño zoológico permite observar a pingüinos y focas junto a la reproducción de las tres carabelas que utilizó Orellana para surcar el Amazonas.

Del Sardinero a Cabo Mayor

Dejando atrás la península de La Magdalena y siguiendo el discurrir de la avenida Reina Victoria una cala antecede a la más famosa playa de Santander: el Sardinero. La zona que no está cubierta de arena parece arañada por gigantes que fueran arrastrados mar adentro.

El oleaje llega hasta la costa y no hace más que peinar la arena en la que decenas de toallas buscan captar los rayos de sol. Septiembre es el mes por antonomasia para disfrutar de unas vacaciones estivales en Santander, pero raro es el día de cualquier mes del año en que algún valiente no se sumerge en las aguas cántabras. Bajo el nombre de El Sardinero se esconden varias playas: el Camello, la Concha, la Primera y la Segunda… así hasta llegar a Cabo Mayor.

Desde el faro que comparte nombre con el cabo se despide Santander del sol, en el que se dice es el mejor lugar para contemplar un bonito amanecer con esencia a Cantábrico. Una alternativa para combatir el frío mientras se espera la caída del sol es caminar por el sendero que separa el cabo Mayor y Menor. Un camino pegado al mar que ofrece vistas impresionantes. Aunque también se puede hacer tiempo visitando el museo de arte en el que se ha convertido la antigua casa del farero.

Faro Cabo Mayor

Faro de Cabo Mayor – Santander

Las plazas del centro

El reloj manda y cuando llega la hora del picoteo nada mejor que acudir al centro. En Santander esta costumbre no es distinta, y con la prohibición de fumar en los bares han surgido en las plazas terrazas en las que los santanderinos y los viajeros buscan calentarse con los rayos de sol que bañan esta región del norte. Terrazas que parecen dispuestas en playas donde los chiringuitos son excelentes cocinas donde se guisan con esmero los productos del mar Cantábrico.

La proximidad de la plaza del Ayuntamiento con el Mercado de la Esperanza hace que ambos sean visitas señaladas en la agenda. La plaza es un espacio diáfano, en lo que se cree fue el origen romano de la ciudad (Portus Victoriae). En el aperitivo de mediodía las rabas acompañan a una cerveza fresca. Cualquiera de los bares que dan a la plaza del consistorio son buenas referencias, pero me decanto por visitar la típica taberna que hay en todo mercado de abastos.

Saciados los deberes de la carne continúa el paseo por las calles de Santander. La Catedral no tarda en darnos encuentro. En realidad la construcción es la superposición de dos construcciones. Debajo, la Iglesia Baja, la iglesia de El Cristo, y sobre ella la Catedral propiamente. Ambas responden a un estilo gótico monástico. En la inferior el suelo de cristal permite observar los restos de una primitiva abadía que sirve de sustento al templo mayor de Santander.

En la misma avenida de Calvo Sotelo se abre un edificio que da paso a la plaza Porticada. Una construcción que tiene cierta similitud con las plazas mayores de las capitales castellanas. La estatua del heroico Pedro Velarde preside la plaza que en otro tiempo se utilizó para celebrar conciertos, dada su excelente acústica.

Santander

Santander – ciudad marinera

Sin abandonar el entorno se impone la cultura por antonomasia en la figura de Menéndez Pelayo. Su biblioteca (calle Rubio) guarda cerca de cincuenta mil volúmenes entre los que destacan valiosos incunables. El edificio cuenta con un jardín incluido en la visita donde se conserva la figura del personaje protagonista, Menéndez Pelayo, habitante de este lugar a mediados del siglo XIX. La sala central de la biblioteca, que también acoge al Museo de Bellas Artes, parece abrirse al cielo por una vidriera situada a modo de techo a ocho metros de altura, permitiendo que la luz entre inundando las estanterías que cubren los dos pisos de libros.

La bahía a pie

El Muelle del almirante, desde donde parten los barcos con destino a los puertos de Portsmouth y Plymouth, da paso al Paseo de Pereda, un terreno ganado al mar disfrutado durante todo el día por los santanderinos. En otro tiempo el paseo era la pasarela de las clases más pudientes, hoy se ha democratizado y todos los vecinos de Santander gustan de pasear por él.

El edificio del Banco Santander, con su arco triunfal por donde se accede a la ciudad, dista escasos metros del Palacete del embarcadero, junto al atraque de Los Reginas que acortan la distancia entre las dos orillas de la bahía, acercando a las vecinas poblaciones de Somo y Pedreña. El palacete, por su parte, hace las funciones de sala de exposiciones. Los locales de todo tipo que pueblan la acera opuesta constituyen una zona comercial abierta muy importante en Santader.

Santander Palacio Magdalena

Palacio de La Magdalena – Santander

El paseo concluye donde mismo empezó a las claras del día, en Puerto Chico. Los jóvenes que parecían niños jugando frente al mar se revelan como esculturas diseñadas por José Cobo. Un homenaje a la ciudad y a sus gentes concretado en estos «raqueros», en recuerdo de aquellos que tomaban aire y se zambullían en las aguas de la bahía para rescatar las monedas que tiraban los viajeros y marineros desde los barcos. Puerto Chico se adentra en la ciudad dando paso al barrio marinero del Arrabal, plagado de tabernas donde la gastronomía santanderina se hace manjar.

Más allá, para quienes conserven fuerzas o buscan un lugar donde disfrutar del fresco de la noche está el planetario y el paseo marítimo de Santander, donde abre sus puertas el Museo Marítimo del Cantábrico. Una zona de ocio con mucho que ofrecer, como toda la ciudad de Santander.

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