Islandia, un bello territorio inhóspito

Thingvellir-Islandia

Casas en Thingvellir – Sur de Islandia

Islandia: Un Paisaje de Contrastes

Desde el aire Islandia promete un paisaje sobrecogedor. El lento caminar de los glaciares esquiva antiguos ríos de lava. Humeantes calderas de volcanes aún activos dan la bienvenida a una tierra de contraste, una tierra labrada a fuego y hielo.

Islandia es uno de los países con menos densidad de población. Trescientos mil habitantes para un territorio que apenas supera la superficie de Andalucía. La mayoría de los islandeses viven en la franja sur de la costa. En la capital, Reikiavik, se concentran dos tercios de la población total de la isla. Es lo que hace que el centro de este paraíso sea una tierra inhóspita reservada a aventureros y ovejas; los únicos que se adaptan a las condiciones del país más septentrional de Europa. Un país que desde la distancia desafía los cánones que se le imponen desde uno y otro continente. Un país independiente que ha sido considerado como el tercer lugar mejor valorado para vivir. Cosa que no extraña aún conociendo las condiciones climatológicas de Islandia.

Clima en Islandia

Frailecillo - Islandia

Frailecillo – Islandia

En Islandia los días pueden ser eternos y las noches infinitas. Su proximidad con el Círculo Polar Ártico, con el que limita por el norte, hace que las temperaturas rara vez superan los 15 ºC. No obstante, en la mente de los islandeses quedó grabado en la memoria aquel día de agosto de 2008 en que rozaron los 30 grados. A pesar de ello Islandia tiene un clima más cálido del que le corresponde para su latitud. Las aguas cálidas que arrastra Corriente del Atlántico Norte, provenientes del Ecuador, ayudan a aumentar la temperatura. Esto permite que la tundra gobierne las planicies durante los meses en que gobierna el sol.

La mejor fecha para visitar Islandia, y para vivir en la isla, es entre los meses de mayo y agosto. Durante estos días el sol se hace perenne no habiendo distinción entre día y noche más que por razones horarias. La tímida altura que toma el sol es suficiente para calentar las coloridas fachadas de las casas típicas de Reikiavik, las praderas de tundras, las colonias de frailecillos y los yermos campos en los que pastan algunos rebaños de ovejas. Los habitantes del país también parecen salir de su letargo y la actividad económica bulle al tiempo que cafeterías y restaurantes aprovechan el sol que baña sus terrazas.

Islandia, lo que fue y lo que es

La historia de Islandia comenzó a escribirse en el siglo IX. Hasta entonces tan solo era una leyenda que los vikingos relataban a sus hijos. Una tierra sin árboles en la que ríos de fuego competían con mares de hielo. Un paraíso por explorar que enamoró a sus primeros colonizadores, como enamora ahora a los residentes de la isla y a los visitantes que se acercan a ella.

Thingvellir - Parque Nacional

Parque Nacional de Thingvellir

En la sangre de los islandeses predominan los genes noruegos. De hecho Islandia fue durante muchos siglos colonia de Noruega, país europeo más próximo del que la separan unos mil kilómetros de brava mar. Las distancia con el continente y el nacionalismo intrínseco de los islandeses han hecho que guarden con celo sus orígenes, lo que fueron y lo que son. Lo que no impidió que tras la separación de Noruega y Dinamarca fuera la Corona danesa quien ostentara el poder de la isla hasta mediados del siglo XX.

Obtenida su independencia y con la soberanía en la mano Islandia avanzó a pasos de gigantes. La pesca, recurso más que mayoritario de la economía del país, y una apuesta por la energía geodésica, que aprovecha el calor de la falla, hicieron que Islandia sea unos de los países más desarrollados del globo.

Una ruta circular por sus tesoros

Aparte de la capital, Reikiavik, Islandia está plagada de tesoros naturales de abrumadora belleza. Una ruta alrededor de la isla descubre todo lo que el tiempo ha esculpido con la ayuda de la madre naturaleza.

La costa meridional

Si se va escaso de tiempo lo mejor es centrar el itinerario en la costa sur de la isla. Reikiavik siempre es un buen lugar para comenzar a conocer Islandia. En verano hay vuelos directos muy económicos (si ningún volcán cierra el espacio aéreo).

A tres cuartos de hora en coche desde la capital, siguiendo la carretera del noreste, se llega al Parque Nacional Thingvellir. También conocido como el Círculo Dorado, fue el lugar donde se reunió la asamblea que constituyó el país en el siglo X. En la actualidad es un imán para turistas y curiosos que vienen a contemplar una de las fosas que separan las placas tectónicas americana y europea. Un grandioso cañón se abre cuál herida en la tierra dando fe de la fuerza de la naturaleza y creando un entorno sobrecogedor. El río que discurre paralelo a la falla desemboca en el lago más grande de Europa, el Thingvallavatn, con más de cien metros de profundidad.

Lago Jokulsarlon

Lago Glaciar Jokulsarlon – Islandia

Siguiendo la sinuosa carretera se llega a un paraíso de aguas termales. Geysir es un valle donde la tierra escupe enormes chorros de agua en vertical. Cada pocos minutos un sobrecogedor gorgoteo anuncia la aparición de un géiser que pretende llegar al cielo. Agua caliente que conforma un bello balneario natural. Hasta hace algunas décadas los habitantes de la zona acostumbraban a bañarse con fango en improvisadas piscinas. Hoy en día la utilización del calor que desprende la tierra se utiliza para producir energía y climatizar los hogares, haciendo de Islandia uno de los países más ecológicos del mundo.

A pocos kilómetros una neblina dorada por los tímidos rayos del sol anuncian el rugir de una de las maravillas que ofrece Islandia. La doble cascada Gullfoss, con sus dos saltos de agua provenientes de un río glaciar, sobrecoge desde cualquiera de los miradores naturales del entorno. Entre la niebla levantada por la cascada surgen columnas de basalto que la erosión ha descubierto poco a poco.

Tomando dirección sur por la Carretera Circular se puede hacer una parada en otra de las cascadas que rompen el silencio de la meseta islandesa. Seljalandsfoss es un salto de agua rodeado de verdes praderas que invita al descanso y el sosiego. Un sosiego que se rompió el día que el volcán Eyjafjallajökull nubló los cielos de Europa causando el mayor colapso aéreo de la historia. Testigo de aquella erupción es el glaciar homónimo que en aquellos días se tornó gris debido a la ceniza del volcán y que hoy sigue cubierto por la capa de ceniza.

Otra cascada aguarda en el camino hacia el este. Si previamente se ha visitado la catedral de Reikiavik las columnas de basalto no serán ajenas, pues fueron en las que se inspiró el arquitecto para diseñar el templo. La cascada de Skógafoss está considerada como una de las más bellas por los islandeses. En el pueblo que hay junto a ella una granja de tundra ayuda a entender a propios y extraños como vivían los habitantes de la región hasta hace unos siglos.

Armonía salvaje

Seljalandsfoss Waterfall

Cascada Seljalandsfoss – Islandia

La punta más meridional de la isla la ocupa el pueblo de Vík. Una pequeña población dedicada a la producción de lana cuyas negras playas le ha valido fama. Desde allí se pueden hacer pequeñas rutas hasta el glaciar Mýrdalsjökull, bajo el que se oculta un volcán. Sus erupciones derriten gran cantidad de hielo y causa no pocas inundaciones en la región. Pero son los sinsabores de Islandia. También desde allí se pueden visitar los acantilados de la zona, en cuyos entornos hacen los nidos algunas de las aves que habitan la isla. Los frailecillos, esa especie de pequeños pingüinos de simpática apariencia se han convertido en el logotipo no oficial de Islandia. Multitud de artículos, especialmente peluches, abundan en las tiendas de recuerdos de Reikiavik imitando a estas peculiares aves tan presentes en las costas del país.

La carretera que circunda por la costa lleva hasta el Parque Nacional de Skaftafell. Un grandioso lugar donde descomunales glaciares, enormes volcanes y mares de tundra se alternan entre cascadas y ríos para crear uno de los mayores tesoros de Islandia. Junto al centro de visitantes del parque sale un camino que conduce a la cascada Svartifoss. La pared por la que cae parece un órgano de iglesia, debido a la cantidad de columnas de basalto que conforman el conjunto. En el mismo parque el glaciar Jökulsárlón se resiste a morir mientras las olas lo arañan en un estruendoso concierto de la naturaleza.

El límite del parque coincide con el pueblo de Höfn. Si se puede hacer coincidir la visita con el mes de junio se podrá disfrutar de la Fiesta de la cigala. Esta pequeña población marinera constituye el más importante puerto del este del país. Su industria pesquera manufactura multitud de productos entre los que destacan los crustáceos y mariscos. A la cigala dedican su semana grande con mercadillos y fiestas. Desde aquí es muy sencillo volver sobre los pasos andados. Un pequeño aeropuerto mantiene conectada la región con Reikiavik.

Pero Islandia es un país de cine del que todavía queda mucho por descubrir…

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